Aproximadamente 30% de la longevidad es determinada por nuestra conformación genética, pero el 70% de lo que consideramos como envejecimiento es determinado por nuestros hábitos dietéticos y de ejercicio
Según la Biblia, Matusalén llegó a la madura edad de 969 años. El récord de longevidad moderno lo tiene Jeanne Calment, de Arles, Francia. Nacida el 21 de febrero de 1875, murió 122 años y cinco meses después, en agosto de 1997.
La expectativa de vida promedio del hombre estadounidense nacido en 2005 es de 75.2 años, 80.4 para la mujer, de acuerdo con el Centro de Control de las Enfermedades. Así que pocos pueden esperar vivir tanto como Calment.
Pero si seguimos el consejo y el ejemplo de dos prominentes miembros del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, podríamos esperar añadir entre 10 y 15 años a nuestro tiempo de vida.
El doctor Joseph Maroon, de 68 años, es vicepresidente de cirugía neurológica de la universidad, neurocirujano de los Acereros y triatleta que ha completado la competencia Ironman en Hawaii (4km de nado, 180 km de ciclismo y una carrera de 42 km) dos veces, la más reciente en octubre pasado.
La doctora Vonda Wright es cirujano ortopedista y directora de la Iniciativa sobre Desempeño e Investigación para Atletas del Centro de Medicina Deportiva de la universidad. Ha corrido el maratón de Chicago tres veces, y compite frecuentemente en carreras más cortas.
Maroon y Wright han escrito libros para describir cómo podemos vivir más tiempo, o al menos más saludables. En “El factor longevidad”, Maroon explica que ciertas sustancias de los alimentos activan un conjunto específico de genes en los humanos que nos hacen más saludables y vivir más tiempo.
En “Acondicionamiento físico después de los 40”, Wright explica por qué el ejercicio es tan importante para alejar a las enfermedades, describe ejercicios simples que cualquiera puede hacer en casa sin equipo especial, y ofrece consejos especiales para quienes sufren de artritis.
Aproximadamente 30% de la longevidad es determinada por nuestra conformación genética, y estamos programados para desgastarnos después de cierto tiempo, indicó Maroon. Pero alrededor de 70% de lo que consideramos como envejecimiento es determinado por nuestros hábitos dietéticos y de ejercicio.
“Su cuerpo cambiará debido a la biología del envejecimiento, pero sin el devastador efecto del uso inadecuado, podemos mantenermos extraordinaruamente rápidos y funcionales al tiempo que envejecemos”, señaló Wright. “Muchos de los cambios popularmente asociados con el envejecimiento son menos resultado de la biología y más resultado de las decisiones sobre nuestro estilo de vida que tomamos al envejecer”.
Unos cuantos buenos hábitos pueden contrarrestar algunos malos. Calment atribuyó su larga vida y buena salud a su costumbre de dar largas caminatas casi todos los días y al hecho de tomar una o dos copas de vino tinto cada noche.
Usó una bicicleta hasta que cumplió los 100. Pero también fumó hasta los 117, y consumía poco menos de un kilo de chocolate cada semana.
Maroon aborda la “paradoja francesa” en su libro. Los franceses consumen bastante más grasas que los estadounidenses y sin embargo su tasa de ataques cardiacos es la mitad de la de Estados Unidos, y tienen menos gente obesa.
Comer el tipo correcto de chocolate (en cantidades inferiores a las ingeridas por Calment) puede ser bueno para la salud, explicó. Pero lo que es particularmente beneficioso es el vino; contiene una sustancia llamada resveratrol, que activa en humanos genes que alientan la supervivencia.
Sus investigaciones lo han convencido de tomar una o dos copas de vino tinto todos los días. Pero advirtió que el límite deben ser dos copas para el hombre promedio y una para la mujer.
Si se toma más que eso, los efectos nocivos del alcohol sobrepasan los efectos beneficiosos del resveratrol. “Hablamos de la compresión de la morbilidad”, precisó Maroon. “Queremos vivir bien por mucho tiempo, y morir rápidamente”.
Jack Kelly/ Pittsburgh Post-Gazette
El Universal
(Traducción: Gregorio Narváez).
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