La importancia de los masajes
El masaje representa, en sí, un modo satisfactorio de relacionarse, en que nos prodigamos cuidados, aportamos al otro bienestar, placer y le transmitimos nuestro cariño y ternura. Al mismo tiempo, disuelve las tensiones, despierta la sensibilidad del cuerpo e intensifica las emociones.
Desde la antigüedad más remota, los amantes han disfrutado las delicias del masaje sensual. Este permite que el placer que nos invade destierre el estrés diario. Nuestra piel despierta de su sueño y, a través de sus manos, nuestro amante nos transmite su protección, su ternura y su deseo.
No es un modo de preludiar la actividad sexual genital, sino de que esta pase a segundo plano, ampliando nuestras posibilidades, transformando nuestra vida íntima en una dimensión sumamente placentera y gratificante.
Relajar el ambiente
Establecer un tiempo exclusivamente dedicado al masaje, un momento en el que se sabe que no habrá interrupciones ni molestias.
Acondicionar la habitación a una temperatura que promedie los 25 grados centígrados y la superficie donde se tumbe el receptor, acolchada.
Despertar los cinco sentidos: luz tenue de velas, aroma de sahumerios, aceites esenciales, música suave y tal vez algo agradable para beber o comer (licor o bombones).
Primer contacto
Lo más importante es no acelerarse. Por eso, es recomendable comenzar con unos instantes de quietud para prestarle atención a la respiración de su compañero. Coloque las palmas de sus manos abiertas, una a la altura de su corazón y la otra donde acaba su espalda.
Este tiempo permitirá una mejor concentración en nosotros mismos y en el otro.
Tiempo de caricias
El cuerpo tiene caminos cuyo mapa nos es conocido. Las palmas y las yemas de los dedos serán el vehículo perfecto para la exploración. Y, lo mejor de todo, no hay ruta predeterminada.
Esto nos da la oportunidad de jugar con recorridos circulares, ondulados, en zig-zag o cualquiera que se pase por la imaginación: siga sus impulsos, manteniéndose atento y sensible a las reacciones de su pareja.
Cada caricia es diferente, por eso se puede repetir, pero si cree que está siendo monótono, varíe sutilmente la velocidad, el recorrido, la presión y la amplitud. El cuerpo se complace en esa combinación de previsibilidad y variación para sorprenderse e interesarse.
Aceite para después de las caricias
El aceite es ideal para los masajes ya que permite que las manos presionen sin cansarse al tiempo que se puede disfrutar de su agradable aroma (el aceite de almendras dulces es una buena elección).
Unte las palmas de sus manos con unas gotas de aceite, calentándolo con unas fricciones vigorosas. Repártalo con movimientos lentos y circulares.
El aceite brinda la posibilidad de realizar masajes que influyen sobre la musculatura de nuestro compañero. Las caricias solo alcanzan la piel.
El aceite permite enlazar unos movimientos con otros de modo que el masaje se experimente como un flujo continuo de sensaciones y contacto.
Zonas Yin y Yang
La parte posterior del cuerpo por su musculatura más fuerte tiene características Yang con lo cual apreciará un masaje con más presión y con amasamientos vigorosos en glúteos y parte posterior de los muslos.
Por el contrario, la parte anterior del cuerpo es más delicada (Yin). Aquí podemos expresar más plenamente nuestra ternura y delicadeza.
Recuerde, más allá de técnicas y procedimientos, deje que sus manos se muevan en expresión de sus sentimientos hacia la otra persona, de su deseo de hacerla disfrutar de unos momentos de pleno bienestar y felicidad.
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