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Barefoot, una tendencia que pisa fuerte.

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El ‘barefoot walking’ es la tendencia por la que cada vez más personas en todo el mundo llevan adelante sus actividades cotidianas en ausencia absoluta de calzado.

Se trata de una práctica muy común en puntos del planeta como Australia o Nueva Zelanda, desde donde se ha expandido al resto del planeta. Si bien en muchos países del mundo caminar descalzo representa un estigma social asociado a la pobreza y la falta de higiene, los defensores de los pies libres aseguran haber descubierto una práctica que mejoró notablemente su vida física y emocional.
Los beneficios de caminar descalzos por las calles fueron descriptos en el libro Barefoot Walking, de Michael Sandler y Jessica Lee, de Estados Unidos, que desarrolla la consigna free your feet, es decir, “libera tus pies”, y que tuvo inmediata puesta en práctica por gran cantidad de artistas locales.
Terapias como la reflexología o la acupuntura sostienen que las terminaciones nerviosas más importantes están en la planta de los pies. Tomando estos principios, la onda Barefoot propone liberar tensiones y desbloquear las emociones no reconocidas que nos producen enfermedades, convencidos de que si estamos descalzos es más sencillo restablecer el flujo energético natural de pies y cuerpo.
Los defensores de esta práctica que suma adeptos sugieren que el hábito de protegernos los pies al caminar por superficies duras representa un retroceso evolutivo ya que el objeto zapato, tal como lo empleamos hoy en día, tiene menos de cien años y acarrea muchos trastornos.

Famosos sin calzado

Entre los famosos que caminan descalzos por las ciudades se registran los casos de Elle McPherson, Lady Gaga, Orlando Bloom , Naomi Watts, Tori Spelling y Heidi Klum, etc.
El barefoot también se subió a las alfombras rojas: Adriana Karembeu en 2011 se presentó en Cannes con un vestido de tul rosa y totalmente descalza. Más recientemente, en la última edición de la Berlinale, Cate Blanchett presentó La Cenicienta con un vestido de lentejuelas de Givenchy y sin calzado.
En agosto pasado, el atleta yemení Abdulah Al-Qwabani, de 16 años, enterneció al público  en el Mundial de Pekín al correr descalzo su serie clasificatoria de los 5.000 metros.
Si bien Al-Qwabani terminó último en su serie, empleando casi tres minutos más que el resto de los atletas, explicó que “empecé a entrenar hace un año y me encanta correr descalzo: es una gran sensación la de tocar el suelo”.
En algunas zonas de Australia o Nueva Zelanda es común ver personas descalzas en bancos, trenes e, incluso, en las aulas de los colegios, donde se lleva adelante este hábito sin ningún tipo de discriminación.

 Pies urbanos descalzos: cómo son 

Quienes adhieren a la tendencia barefoot, describen haber obtenido las siguientes características de sus pies tras el uso sostenido de esta práctica:

Más fuertes: tienen movimientos menos acotados y son, por lo tanto, más fuertes. Los pies adquieren mayor flexibilidad y duelen menos después de caminatas.
Más sanos: hongos y bacterias proliferan mejor en la humedad y oscuridad del zapato. Sin ellos, nuestros pies se oxigenan y son menos proclives al pie de atleta.
Con mejor energía: muchas medicinas reconocen a los pies como una puerta hacia distintas energías. La reflexología, por ejemplo, asegura que la salud de todos nuestros órganos se refleja y se puede tratar desde las plantas de los pies. Al caminar descalzos, mejoramos la relación energética entre nuestros pies y nuestro entorno, lo que se traduce en mayor vitalidad, energía más sana y salud.
Mejor presión arterial: estimular las terminaciones nerviosas de nuestros pies disminuye la presión arterial. Si mejora la circulación de nuestros pies, también puede librarnos de várices, inflamación y retención de líquidos.
Menos estresados: la presión del calzado produce malestar y  caminar descalzo ayuda a reducir los niveles de cortisol y, con ello, el estrés.
Más perceptivos: caminar descalzos devuelve mucha de nuestra percepción corporal, por el simple hecho de que debemos prestar atención por dónde vamos. Ese acto nos reconecta con nuestro cuerpo, apelando al mismo principio de la meditación de atención plena.

Sin embargo, para Eduardo Cagnacci, director de la Escuela de Podología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, “los que defienden esta teoría dan excusas como que los animales corren sin calzado (tampoco se cepillan los dientes) y no sólo no es una práctica sin sentido sino que puede ser muy riesgosa debido a las lesiones que puede generar tanto por lo que uno puede llegar a pisar, como así lesiones musculares por la modificación en el apoyo y todo el cambio que genera en la biomecánica de la marcha”, explicó.
Para el especialista, la clave para determinar si es bueno caminar descalzo es preguntarse sobre qué piso: “si uno habla, por ejemplo, de la playa lo ideal es caminar sobre la franja humeda que está al borde del mar y no es conveniente sobre el agua ni sobre la arena totalmente seca. También sobre el césped pero no en un terreno irregular porque podemos sufrir torceduras que pueden terminar en un esguince o algo peor”.

Beneficios para la salud en general

Caminar descalzos aportaría similares bondades que una dieta alcalina: el potencial eléctrico de nuestros pies absorbe electrones de la tierra. Incluso, si caminamos en una playa o en un bosque en las alturas, el ejercicio puede servir como antioxidante y antiinflamatorio. Muchos zapatos, al tener materiales aislantes, nos quitan este beneficio.
Mejora el equilibrio: dado que los zapatos modifican nuestra forma de andar, muchas lesiones comunes del pie y del tobillo desaparecen o se atenúan mediante la práctica del barefoot.

  • Desinflama los riñones, la vejiga y los órganos reproductores
  • Elimina toxinas que se acumulan en el organismo
  • Reduce el dolor de cabeza
  • Evita el estreñimiento y los problemas intestinales
  • Permite una mayor oxigenación de los vasos y capilares sanguíneos
  • Facilita la eliminación de las grasas que se acumulan en el cuerpo
  • Es bueno para trastornos circulatorios como várices
  • Disminuye el estrés
  • Reduce los problemas abdominales de origen nervioso, como las úlceras o la acidez
  • Excelente tratamiento para la depresión y la ansiedad
  • Permite tener más fuerza y resistencia venosa, ayudando a las piernas a no retener líquidos ni ácido úrico
  • Estimula órganos que están conectados con las terminaciones nerviosas de las plantas de los pies
  • Libera las energías acumuladas en diferentes lugares del cuerpo

Diferentes superficies, diferentes beneficios

Caminar descalzo sobre piedras o rocas que estén frías es bueno para los dolores de cabeza y la mala circulación, el dolor de cuello, el catarro y las manos y los pies fríos.

Caminar descalzo por la playa mejora la circulación, fortalece las piernas, previene la piel flácida y la celulitis y fortalece los tobillos.

Caminar descalzo sobre el césped ayuda a absorber los minerales y la energía de la tierra. Pero además (como si esto fuera poco), fomenta la circulación sanguínea en todo el cuerpo, fortalece el sistema nervioso y el corazón.

Caminar descalzo en el cemento o en casa también tiene beneficios, como mejorar el apoyo de todos los dedos, alcanzar más estabilidad y favorecer la circulación.

Para quienes no se animen, una buena técnica para estimular los puntos de acupresión en las plantas de los pies puede realizarse en el hogar, para lo cual se puede frotar los pies con una pelota de tenis, un corcho o con una naranja, lo que producirá una instantánea relajación y sensación de bienestar.

Usar calzado no es algo natural al ser humano, sino producto de la modernidad, tal como lo destaca un estudio publicado en la página Barefoot Running del especialista Daniel Lieberman, profesor de biología evolutiva de la Universidad de Harvard. El pionero en investigación del barefoot aseguró que caminar descalzo es beneficioso “incluso si usted no es un corredor, ya que puede ayudar a fortalecer los músculos del pie y el tobillo”.

 

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