Aunque pueda parecer frívolo elaborar un menú en función de los colores en el Centro paåra el Control y Prevención de las Enfååermedades de Estados Unidos se lo toman muy en serio.
Resulta que ellos nos recomiendan: incluir una ración de cada color en el menú diario.
Y con esta medida tan sencilla además seguiríamos los consejos de los médicos y nutricionistas que nos dicen que hay que comer entre 5 y 9 raciones de alimentos vegetales cada día. Por ejemplo: un plato con algunas verduras de hoja verde salpicada de aros de cebolla blancos, un plato de tomates rojos o trozos de piña amarillos, un vaso de zumo de naranjas y una taza de arándanos azules.
Y es que cada color revela la presencia de un tipo de antioxidante con una acción protectora específica sobre el organismo. Algunos de ellos, como los pertenecientes a la familia de los indoles y a la de los fenoles, son capaces de convertir formas inactivas de vitamina C presentes en el organismo en otras formas activas. Otros fitoquímicos antioxidantes protegen de diferentes maneras los tejidos, conservándolos elásticos y sanos.
Cuando se añaden rojos intensos o rosas brillantes a la dieta diaria, se está incluyendo un poderoso agente llamado licopeno. Se encuentra en los tomates, las uvas rojas y rosadas, la sandía, la papaya y la guayaba. Las dietas especialmente ricas en licopeno se consideran recomendables por su capacidad para luchar contra las enfermedades del corazón y algunos tipos de cáncer, en particular el de próstata. Se ha demostrado que los licopenos están presentes en una concentración bastante elevada en tomates procesados, puré de tomate…
Los tonos amarillo-verdosos suelen indicar que el alimento contiene los carotenos luteína y zeaxantina, que se encuentran en las espinacas, las berzas y las coliflores. Los antioxidantes de estas hortalizas actúan como escudos protectores de la retina frente al ataque de agentes nocivos: previenen las cataratas y la degeneración macular, las principales causas de ceguera evitable. La quercitina también es un flavonoide amarillo-verdoso presente en cebollas, manzanas, brécol, cerezas, uvas o repollo rojo.
Hoy se sabe que varias hortalizas de color verde pertenecientes a la familia de las crucíferas (brécol, coles de Bruselas, nabos…), consumidas habitualmente, inhiben el desarrollo de tumores por el efecto de su contenido en indoles y sulforanos. Pueden bloquear las hormonas esteroideas que favorecen el cáncer de mama y de próstata. Contienen también altas concentraciones de fibra, vitamina C, selenio y ácido fólico, vitamina del grupo B que previene las malformaciones del sistema nervioso en bebés y los infartos cardiacos.
La presencia del color amarillo o naranja en la mesa debiera ser una obligación. Las hortalizas y frutas de este color, como los boniatos, los mangos, las zanahorias y los albaricoques contienen betacaroteno o provitamina A, un antioxidante natural que fortalece el sistema inmunitario y colabora con la vitamina E en proteger las membranas celulares de los ataques de los radicales libres. La hesperidina, que resulta procirculatoria, se encuentra en los hollejos de las naranjas y de los limones. Además, el grupo naranja es rico en vitamina C.
Los azules y púrpuras no sólo añaden bellos contrastes a los platos sino que también suman salud a través de sus flavonoides. Las proantocianidinas y antocianidinas, a las que se ha denominado superantioxidantes porque son 50 veces más activas que la vitamina E y 20 veces más que la vitamina C, son los pigmentos responsables del color azul. Los alimentos con estos pigmentos están siendo estudiados por su papel en las defensas corporales frente al cáncer. Los arándanos, campeones en esta categoría, son además ricos en vitamina C, fibra y potasio.
Por último, algunas hortalizas de color blanco destacan por su contenido en alicina, que se encuentra en todos los miembros de la familia de la cebolla. El ajo, las cebolletas, las escalonias y los puerros contienen el compuesto sulfurado, responsable del típico aroma del grupo y del efecto lacrimógeno. Las investigaciones han demostrado que ayuda a bajar el colesterol malo LDL, reduce la presión arterial y aumenta la capacidad del cuerpo para resistir las infecciones.
El color intenso de un alimento es un indicador de la concentración y del tipo de compuestos antioxidantes. Y hoy en día sabemos que los antioxidantes son una de las claves de la longevidad. Así que ¡anímate! y convierte tu mesa en un arco iris.
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